Los Vestidos de flamenca o los llamados comúnmente trajes de gitana han evolucionado mucho a lo largo de la historia. Y también lo ha hecho un complemento fundamental de estos. Nos estamos refiriendo al mantoncillo.
Lo primero que hay que saber es que esta prenda tiene su origen en el siglo XVI. Concretamente en el año 1575, que fue cuando un numeroso grupo de chinos se marcharon a vivir a Manila llevando consigo todas las tradiciones y costumbres que tenían. Entre estas se encontraban unos lienzos de seda de múltiples colores, que se caracterizaban por tener representados desde flores hasta animales.
Así fue como nació el mantón de Manila que, con el auge del tráfico comercial entre las colonias españolas y la tierra patria, llegaría a nosotros en el siglo XVI.
Poco a poco, a esa prenda no sólo le añadieron flecos sino que además pasó a convertirse en una pieza indispensable del vestuario de las mujeres de la clase alta. Y tiempo después, en el siglo XIX fue exactamente cuando se popularizó y se extendió entre la población femenina.
Para protegerse del frío y también para lucir atractivas, las mujeres utilizaron ese complemento, como así puede admirarse en cuadros de Julio Romero de Torres o en aquellos donde se representan a las famosas Cigarreras de Sevilla. Estas, según ciertos rumores, incluso llegaban a utilizar la seda en la que venían los fardos de tabaco con los que trabajaban para adornar sus mantones.
Después pasaron unos años en los que el mantón decayó y sólo era utilizado por algunas mujeres como las de etnia gitana. De ahí que cuando la clase alta se inspiró en estas para crear los vestidos de flamenca, también optaran por darle protagonismo en los mismos al citado textil.
Así, desde entonces ese artículo, que se puede adquirir por Internet haciendo uso de las palabras de búsqueda “flamenca vestidos”, se ha convertido en un complemento imprescindible.